Carta Pastoral al inicio del curso 2025-2026, del Cardenal José Cobo Cano

«Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan»
(Is 40,31)

Nunca olvidemos que todo lo que preparamos y hacemos tiene a Cristo como fuente y meta. El encuentro personal con Él, la renovación interior y la perseverancia en la fe son siempre la síntesis de nuestros esfuerzos.

Al iniciar cada curso surgen proyectos, tareas y sueños. Pero todos han de tener un centro claro: el encuentro personal con Jesucristo. De ese encuentro nace la transformación de la realidad que tenemos entre manos, para que el Reino de Dios siga creciendo también a través de nuestro humilde servicio.

Todo debe orientarse a que cada bautizado descubra su vocación y sea acompañado en el camino de conocer, seguir y amar a Cristo.

Con la alegría de un corazón que se sabe peregrino os invito a afrontar con ánimo renovado este último tramo del Jubileo de la esperanza que no defrauda. Solo Cristo nos pone en pie a pesar de nuestras flaquezas, pecados y cansancios; solo Él nos hace soñar un mundo nuevo, un mundo más justo y más humano. Él, y no nuestro voluntarismo, es el motor que nos impulsa a salir al encuentro de los demás. Su amor, y no la simple filantropía, es el que nos impulsa a acompañar a los heridos, a consolar a los que sufren, a curar las heridas de la soledad y del abandono, a practicar la hospitalidad y a seguir anhelando la paz en tantos lugares del mundo en los que tristemente es machacada sin piedad.

Nuestra Iglesia de Madrid está llamada a ser un oasis de esperanza en el corazón de nuestras ciudades y pueblos. No nos encerremos en nuestras parroquias o en nuestras pequeñas seguridades comunitarias. Salgamos juntos a la calle, a los barrios, a los lugares donde la vida duele, donde la esperanza se ha perdido. Salgamos para ser testigos de la alegría del Evangelio. Seamos una Iglesia con los brazos abiertos. Abramos nuestras puertas a los demás, sin juicios ni prejuicios.