EXHORTACIÓN APOSTÓLICA «DILEXI TE»

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
DILEXI TE
DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
SOBRE EL AMOR HACIA LOS POBRES

1. «Te he amado» (Ap 3,9), dice el Señor a una comunidad cristiana que, a diferencia de otras, no tenía ninguna relevancia ni recursos y estaba expuesta a la violencia y al desprecio: «A pesar de tu debilidad […] obligaré […] a que se postren delante de ti» (Ap 3,8-9). Este texto evoca las palabras del cántico de María: «Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,52-53).

2. La declaración de amor del Apocalipsis remite al misterio inextinguible que el Papa Francisco ha profundizado en la encíclica Dilexit nos sobre el amor divino y humano del Corazón de Cristo. En ella hemos admirado el modo en el que Jesús se identifica «con los más pequeños de la sociedad» y cómo con su amor, entregado hasta el final, muestra la dignidad de cada ser humano, sobre todo cuando es «más débil, miserable y sufriente».  Contemplar el amor de Cristo «nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a las carencias de los demás, nos hace fuertes para participar en su obra de liberación, como instrumentos para la difusión de su amor». 

3. Por esta razón, en continuidad con la encíclica Dilexit nos, el Papa Francisco estaba preparando, en los últimos meses de su vida, una exhortación apostólica sobre el cuidado de la Iglesia por los pobres y con los pobres, titulada Dilexi te, imaginando que Cristo se dirigiera a cada uno de ellos diciendo: no tienes poder ni fuerza, pero «yo te he amado» ( Ap 3,9). Habiendo recibido como herencia este proyecto, me alegra hacerlo mío —añadiendo algunas reflexiones— y proponerlo al comienzo de mi pontificado, compartiendo el deseo de mi amado predecesor de que todos los cristianos puedan percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres. De hecho, también yo considero necesario insistir sobre este camino de santificación, porque en el «llamado a reconocerlo en los pobres y sufrientes se revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas, con las cuales todo santo intenta configurarse».

LECTIO DIVINA – CICLO C – TIEMPO ORDINARIO DOMINGO XXX

Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-19a

El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas.

Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido.

No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento.

Quien sirve de buena gana, es bien aceptado, y su plegaria sube hasta las nubes.

La oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino.

No desiste hasta que el Altísimo lo atiende, juzga a los justos y les hace justicia.

El Señor no tardará.

Salmo 33, 2-3. 17-18. 19 y 23

R./ El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R./

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R./

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
el no será castigado quien se acoge a él. R./

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16-18

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.

He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.

Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.

En mi primera defensa, nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta!

Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.

El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial.

A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:

“¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

COMENTARIO

La oración es el tema conductor de las lecturas de hoy. Los textos coinciden en que el Señor no hace oídos sordos a la oración de los humildes, a quienes le suplican desde la dificultad. En el libro del Eclesiástico, Dios atiende los gritos del pobre, del oprimido, del huérfano o de la viuda. Igual leemos en el salmo: El Señor escucha la oración del humilde, está cerca de los atribulados. Y en el evangelio, Jesús prefiere la sencilla oración del publicano antes que la palabrería orgullosa del fariseo. El Dios que nació en el establo de un pueblo parece entender mejor las palabras que brotan de un corazón humilde.

COMPRENDER EL TEXTO

Jesús continúa su enseñanza en torno a la oración. Si en el evangelio que leímos el domingo pasado insistía en la necesidad de orar siempre sin desanimarse, en el de hoy, mediante otra parábola, propone la actitud con la que el creyente debe dirigirse a Dios.

El evangelio de hoy tiene interés en responder a una pregunta esencial: de dónde viene la salvación. Para ello utiliza una vez más una parábola, que encontramos enmarcada por un versículo introductorio (v. 9) y otro que sirve de conclusión (v.14). En la introducción, además de señalar quienes son los destinatarios de la parábola, se anticipan de algún modo las dos partes de la misma.

A los destinatarios de la parábola no se les identifica por su nombre, sino por compartir determinada actitud. Aparecen representados por la figura del fariseo, del que nos habla la primera parte de la parábola (vv. 10-12). En la segunda parte de la misma (v.13), el protagonista es un publicano que personifica a los despreciados por los primeros. Ambos suben al templo a rezar, pero tanto los lugares que ocupan como el contenido de su oración expresan dos actitudes muy distintas. Nos fijamos primero en el fariseo.

Como ya sabemos, los fariseos eran hombres piadosos, entregados a la búsqueda de la voluntad de Dios para alcanzar la santidad. Pensaban que el cumplimiento minucioso de la ley de Moisés los purificaba de sus pecados y les permitía participar de la santidad de Dios. Para conservar el estado de pureza conseguida, se obligan a mantenerse apartados de los pecadores. De hecho, fariseo significa “separado”. La oración del fariseo contiene primero una acción de gracias por no ser pecador como los demás y, a continuación, un recuento de las obras que realiza: en sus ayunos y diezmos ya hace incluso más de lo exigido por la ley.

El pasaje describe también la oración del publicano. Los publicanos eran cobradores de impuestos para Roma; se les despreciaba por trabajar para el Imperio opresor y, además, se les consideraba poco honrados. El de la parábola no se atreve a acercarse a las primeras filas del recinto sagrado ni a levantar los ojos al cielo. Golpeándose el pecho, se reconoce pecador y pide compasión a Dios. Su actitud es diametralmente opuesta a la del fariseo: mientras que éste se enorgullece ante Dios de ser como es, el publicano reconoce sinceramente su condición de pecador. El primero parece exigir el pago a sus buenas obras; el segundo suplica compasión.

Toda parábola sorprende. A pesar de las connotaciones negativas que tiene en nuestros días la palabra “fariseo”, en tiempos de Jesús éstos eran considerados hombres piadosos. A los ojos de la gente, el fariseo era un hombre justo, y el publicano un despreciable pecador. Pero el versículo final desvela lo que ven los ojos de Dios.

El publicano baja a su casa reconciliado con Dios y el fariseo no, la vida del publicano ha cambiado: el pecador ha obtenido el perdón. Podríamos preguntarnos por qué Dios se comporta de modo tan injusto con un hombre tan justo como el fariseo. La respuesta llega desde una cita del profeta Ezequiel “La modestia será exaltada, y la arrogancia humillada” (Ez 21,31) que ya había utilizado anteriormente el evangelista Lucas “todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc 14,11). Ante Dios no cabe alardear de virtuoso para alcanzar su favor. Él conoce el corazón del ser humano y acoge al pecador arrepentido. Las obras que realiza el fariseo son realmente buenas, pero su actitud no lo es. La salvación no es un pago por las buenas obras realizadas, sino un don gratuito de Dios, que se compadece del hijo pródigo cuando vuelve a la casa del Padre suplicando perdón (Lc 15,11-24). La fe del publicano le mueve a poner su vida en las manos de Dios. La orgullosa seguridad en sus obras lleva al fariseo a confiar más en su virtud que en el Dios de la misericordia.

La oración del publicano brota de su condición de pecador arrepentido; la del fariseo, del orgullo por las obras buenas que realiza. La oración del publicano es escuchada; la del fariseo, no. Los discípulos de Jesús, los cristianos de todos los tiempos, somos invitados a orar como aquel publicano, reconociendo humildemente nuestra condición de pecadores y abriéndonos desde la fe a la acción misericordiosa de Dios.

ACTUALIZAMOS

La oración del publicano, su forma de entrar en la verdad de su vida reconociéndose pecador, su regreso a la casa como una persona nueva…, son propuestos por el evangelista como modelo para los primeros cristianos en su personal relación con Dios. Acogemos esta palabra dirigida a nosotros y meditamos desde su enseñanza sobre nuestra oración y estilo de vida.

  1. El fariseo y el publicano se dirigen a Dios desde actitudes muy distintas:

¿Con cuál de estos personajes me identifico más en mi relación con Dios? ¿Por qué?

  1. “Subieron al templo a orar”. A la luz del evangelio revisamos una vez más nuestra oración. Cuando rezamos,

¿Con qué actitud lo hacemos?

¿De qué situaciones de la vida brota nuestra oración?

¿Qué le pedimos a Dios?

¿Por qué cosas le damos gracias?

  1. “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. En un mundo de apariencias, la oración del publicano rebosa sinceridad y autocrítica ante Dios:

¿Qué podemos hacer para vivir nosotros esas actitudes?

  1. Bajó a su casa justificado”:

La salvación no se puede comprar, sino que se trata de un don gratuito de Dios, que es compasivo con los pecadores. Meditemos hasta qué punto la misericordia de Dios fundamenta nuestra esperanza.

LECTIO DIVINA – CICLO C – TIEMPO ORDINARIO DOMINGO XXIX

Lectura del libro del Éxodo 17, 8-13

En aquellos días, Amalec vino y atacó a Israel en Refidín.

Moisés dijo a Josué:

«Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón de Dios en la mano».

Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; entretanto, Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte.

Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec. Y, como le pesaban los brazos, sus compañeros tomaron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado.

Así resistieron en alto sus brazos hasta la puesta del sol.

Josué derrotó a Amalec y a su pueblo, a filo de espada.

Salmo 120, 1bc-2. 3-4. 5-6. 7-8

R./ Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R./

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel. R./

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche. R./

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre. R./

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3,14 – 4,2

Querido hermano:

Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.

Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.

Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

“Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:

“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió:

«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

COMENTARIO

Las lecturas de este domingo son un estímulo en nuestra vida de oración. “Para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer” Jesús cuenta a sus discípulos una parábola con el relato de una viuda que clama justicia al juez. Otro testimonio sobre la oración constante lo encontramos en Moisés, en el pasaje del libro del Éxodo. En el trasfondo de ambos textos está la confianza en el Dios cercano, que, como dice el salmo, guarda la vida de sus elegidos.

Desde esta convicción hacemos las lecturas de hoy, sabiendo, como el autor de la carta a Timoteo, que en la Palabra encontramos el camino de la salvación.

COMPRENDER EL TEXTO

Jesús continúa instruyendo a sus discípulos. Lo hace en esta ocasión mediante una parábola que sólo encontramos en el evangelio de Lucas y que tiene bastantes similitudes con la del amigo inoportuno (Lc 11,5-13). La comunidad cristiana es invitada a sostener su fe mediante la oración constante y la esperanza en la realización de la justicia: Dios no olvida a sus elegidos.

En el pasaje de este domingo, nos encontramos con una parábola de Jesús (vv 2-5) enmarcada por un versículo introductorio (v 1) que determina el sentido de sus palabras y por unos versículos finales (vv 6-7) en los que se comenta esa parábola aplicada a la vida de los discípulos.

Ya hemos podido comprobar cómo la oración es un tema fundamental en el tercer evangelio. Por una parte, Lucas presenta en infinidad de ocasiones a Jesús orando: en el bautismo, tras la curación de un leproso, la noche anterior a la elección de los Doce, en la transfiguración… Marcos y Mateo recogen estos mismos pasajes, pero en ninguno de ellos mencionan la oración de Jesús. Se trata pues de algo característico de Lucas, que indica su interés por este tema. Por otra parte, Jesús enseña a orar a sus discípulos. Les habla de una oración que brota desde una actitud de conversión y humildad, como la que descubrimos en las palabras del hijo pródigo al padre o en la oración del publicano; de una oración que ha de ser fuerte, insistente, como lo es la petición del amigo inoportuno o la de la viuda de la parábola que leemos hoy.

Esta parábola nos sitúa en dos momentos distintos. En el primero de ellos (vv 2 y 3) son presentados los dos protagonistas y se explica la relación que se ha establecido entre ambos. En el segundo (vv 4 y 5) se cuenta el desenlace de la situación. Comenzaremos a fijarnos en los personajes que aparecen en la parábola.

El primero en ser presentado es un juez de quien no se valora el ejercicio de su profesión, sino su moralidad, pues desobedece los mandamientos supremos del amor a Dios y al prójimo. A continuación es presentada una viuda que encarna la dependencia y la fragilidad y que en el contexto del evangelio de Lucas, preocupado por los pobres y los débiles, es beneficiaria de la misericordia salvadora de Jesús.

La mujer reclama del juez que le haga justicia. Lo hace sin cesar, constantemente: sin otra ayuda que su propia insistencia, una y otra vez expone su petición. Inicialmente, el juez no atiende a sus demandas, pero pasado un tiempo recapacita y decide actuar.

La segunda parte de la parábola, introducida por el tiempo que pasa sin que la viuda sea atendida, contiene la reflexión del juez. De nuevo es presentado como alguien que ni teme a Dios ni respeta a nadie, y, precisamente partiendo de esa moralidad, se proponen los interesados motivos que provocan su cambio de actitud. No es su compromiso con la justicia lo que le mueve, sino el cansancio ante la constante demanda de la viuda y, tal vez, el miedo de que su prestigio en la ciudad se vea dañado.

Los versículos finales del pasaje contienen una aplicación de la parábola a la vida de los oyentes. Jesús comienza haciendo recapacitar a cuantos le escuchan sobre la forma de actuar del juez inicuo, que decide hacer justicia a la viuda aunque sea por puro interés personal, de este modo, los oyentes de Jesús podrán imaginar la manera de ser de Dios, pues si un juez tan malvado acaba atendiendo la súplica de la mujer, con más razón atenderá el Señor el clamor de sus fieles. Esta idea y la comparación entre la viuda y los elegidos se corroboran con las dos preguntas del versículo 7. Como aquella viuda, también los elegidos, es decir la comunidad cristiana clama al Señor día y noche porque están privados de sus derechos en medio de una sociedad hostil que los margina. La consecuencia es clara: deben perseverar en la oración, porque Dios les hará justicia sin tardar.

La última frase del texto (v.8) nos hace volver la mirada sobre la venida del Hijo del hombre, un tema que se había tratado en los versículos anteriores al pasaje de hoy y que replantea la cuestión ya abordada al comienzo: la necesidad de no desfallecer ni desanimarse, aunque parezca que la actuación de Dios se retrasa demasiado. La comunidad cristiana debe vivir este tiempo de espera desde la oración incesante que es expresión de una fe hecha confianza.

ACTUALIZAMOS

También nosotros, como los cristianos a quienes Lucas dirige sus palabras, vivimos en medio de dificultades, sintiendo el cansancio de la espera y, en ocasiones, el debilitamiento de nuestra fe. Como ellos, somos invitados a revitalizar nuestra vida de oración y a animar nuestra fe, en la confianza de que Dios no hará oídos sordos a quienes claman a Él noche y día.

  1. Nuestro Dios no está sordo ante la súplica de sus hijos:

¿Cómo es el Dios en quien nos invita a confiar el pasaje de hoy?

¿Cómo nos anima a relacionarnos con Él?

  1. Fe y oración van unidas, como nos enseña el pasaje:

¿Qué papel juega la oración en nuestra vida de fe?

  1. “¿No hará Dios justicia a sus elegidos?”. Desde lo que hemos leído en este pasaje,

¿Qué razones encuentro en mi vida para seguir rezando sin perder la esperanza?

Encuentro diocesano de comunidades responsables con el cuidado de la creación

El sábado 4 de octubre hemos tenido la suerte de compartir y disfrutar en nuestra parroquia del Primer Encuentro Diocesano de Comunidades Responsables con el Cuidado de la Creación. Asistieron representantes de muchas parroquias, congregaciones y grupos de Madrid.

Pasamos una bonita tarde compartiendo -además de fruta, café y bizcochos- nuestras andanzas, nuestros caminos, con muchos avances y algún reto, en el cuidado de la casa común y de nuestros hermanos más vulnerables.

Tuvimos una mesa redonda, para compartir la experiencia de alguna de las comunidades allí presentes y luego hicimos tres talleres para enriquecernos, sobre «Espiritualidad a través de la Ecología Integral», «Huertos y espacios verdes» y «Estilos de vida personales y comunitarios».

Nuestro Obispo Auxiliar Vicente Martín nos acompañó toda la tarde y celebró con nosotros la Eucaristía Comunitaria de las 19:30 h. siguiendo la Liturgia de la Creación. También participaron miembros de otras parroquias, en una experiencia bonita de comunión.

Aquí os ofrecemos su homilía: el texto escrito que nos dejó, aunque al pronunciarla la enriqueció de manera espontánea.

HOMILIA

Con esta jornada y esta Eucaristía cerramos el tiempo de la Creación que desde el 1 de septiembre estamos celebrando. Un tiempo para agradecer a Dios su obra creadora y para tomar conciencia, personal y comunitariamente, de nuestra responsabilidad en el cuidado de la Creación, justamente en el día de San Francisco de Asís.

«Laudato si’, mi’ Signore», cantaba san Francisco de Asís hace VIII siglos. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos. Hoy, de una manera especial, hacemos nuestro su canto y decimos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos»

«Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella», nos decía el papa Francisco hace diez años.

Nada de este mundo nos resulta indiferente. No vivimos tiempos fáciles, quizá porque son más desconcertantes de lo que esperábamos. Y el desconcierto ante lo que vivimos hace que las respuestas que nos dábamos y que valían en determinadas circunstancias, hoy resulten confusas, sin apuntar a un claro horizonte de esperanza y humanización. En muchas cuestiones parece que retrocedemos en derechos, en dignidad, en humanidad. Parece que la injusticia, la destrucción y el descuido vencen. Son momentos de desencanto, de indiferencia, de cansancio, de escepticismo… de desvinculación de lo común.

Ante esa situación nuestra fe quizá se desvanece, o nos vemos envueltos en oscuridad, en duda, en inseguridad. Tenemos que aprender, una vez más, a creer inmersos en ese horizonte de crisis.

Y ese aprendizaje comienza con un grito, casi apagado: «Señor, auméntanos la fe». La fe va creciendo en nosotros lentamente, como todo lo importante, fruto de una búsqueda paciente y de una acogida generosa de la Gracia regalada que nos habita y transforma. Un grito que se hace oración, humilde, sencilla, pobre, necesitada. Si vivimos un sincero deseo de conversión que nos impulsa en esa búsqueda continua de Dios presente en nuestra vida, y en la vida de las personas empobrecidas, cada oscuridad y cada duda puede transformarse en un paso más hacia el Misterio que nos sostiene.

La fe es un don, una Gracia, gratuita, y nuestra capacidad de vivir la fe también es gracia. Un don que acogemos en la medida en que amamos, en que nos dejamos amar por Dios y acogemos su amor agradecidamente, para hacer de nuestra existencia una ofrenda de amor para nuestros hermanos: Amamos a Dios amando a quienes Él ama y cuidando su creación. Amamos lo que cuidamos y cuidamos lo que amamos.

El Papa León, haciendo un llamamiento urgente a la unidad en torno a la ecología integral, dijo en la Conferencia Internacional «Brindando Esperanza», con motivo del décimo aniversario de la encíclica Laudato Sí’, que la crisis climática no puede reducirse a un tema técnico o pasajero, por el contrario, requiere una verdadera «conversión ecológica» que transforme estilos de vida personales, comunitarios y políticos.

¿Qué debemos hacer para que el cuidado de nuestra casa común y la atención al clamor de la tierra y de los pobres no parezcan una moda pasajera?.

El Papa insiste en que la verdadera transformación pasa por el centro de la persona: «El corazón es el lugar donde la realidad externa tiene mayor impacto, donde se realiza la búsqueda más profunda y donde se toman las decisiones». En ese sentido, indicó que la ecología integral no es solo un tema ambiental:  «Debemos pasar de la recolección de datos a la atención al cuidado; del discurso ambientalista a una conversión ecológica que transforme los estilos de vida».

Cuatro direcciones de la ecología integral: con Dios, con los demás, con la naturaleza y con nosotros mismos. Estas no pueden separarse, ya que «la preocupación por la naturaleza, la justicia para los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior son inseparables».

El Papa también subrayó la necesidad de grandes decisiones políticas y la vigilancia ciudadana: «Las soluciones más efectivas surgirán no solo de los esfuerzos individuales, sino sobre todo de las grandes decisiones políticas nacionales e internacionales». Advirtió que, si la ciudadanía no ejerce presión y vigilancia sobre los gobiernos, «no será posible prevenir los daños ambientales».

Comunidades y parroquias de cuidado. Por ahí debemos caminar. En la sociedad del descuido y la desvinculación, el cuidado es Buena noticia, signo del amor del Dios Todo-cuidadoso, por ello, este enfoque de ecología integral ha de estar presente en la vida de nuestras comunidades y de los agentes de pastoral.

Queridos hermanos y hermanas, somos unos pobres servidores, que hacemos lo que debemos hacer, en nombre de Dios y comprometidos en la causa del Reino, amamos y cuidamos la casa común y a los que habitan en ella. Reavivemos el don de Dios y tomemos parte en los duros trabajos del Evangelio. QUEASÍ SEA.

Fallecimiento de José Antonio Álvarez Sánchez, obispo auxiliar de Madrid

La Archidiócesis de Madrid ha comunicado esta mañana del día 1 de octubre el fallecimiento de José Antonio Álvarez Sánchez, obispo auxiliar de Madrid:

Con honda tristeza comunicamos que esta madrugada ha fallecido el Excmo. y Rvdmo. Mons. D. José Antonio Álvarez Sánchez, obispo titular de Vergi y auxiliar de Madrid, a causa de un infarto.

El señor arzobispo y sus obispos auxiliares, los arzobispos eméritos, junto con toda comunidad diocesana, expresan su dolor por la pérdida de un pastor entregado al servicio del Evangelio; así como su fraterna cercanía, desde la esperanza que no defrauda, con su madre y demás familia y con todos los que le quieren y ahora lloran su muerte. 

El Youtube de la Archidiócesis de Madrid transmite en directo  las eucaristías por su fallecimiento. Aquí tenéis los enlaces a los videos.

LECTIO DIVINA – CICLO C – TIEMPO ORDINARIO DOMINGO XXVIII «BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL PILAR»

Lectura del primer libro de las Crónicas 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2

En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todo Israel para subir el Arca del Señor al lugar que le había preparado. Reunió también a los hijos de Aarón y a los levitas.

Luego los levitas levantaron el Arca de Dios tal como había mandado Moisés por orden del Señor: apoyando los varales sobre sus hombros.

David mandó a los jefes de los levitas emplazar a los cantores de sus familias con instrumentos musicales -arpas, cítaras y platillos- para que los hiciesen resonar, alzando la voz con júbilo.

Llevaron el Arca de Dios y la colocaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión en presencia de Dios. Cuando David acabó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

Salmo 26, 1. 3. 4. 5

R./ El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R./

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R./

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R./

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R./

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 12-14

Después de que Jesús fue levantado al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban: Pedro y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de Santiago.

Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, aconteció que una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo:

«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».

Pero él dijo:

«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

COMPRENDER EL TEXTO (Comentarios al Antiguo y al Nuevo Testamento. La Casa de la Biblia)

En el primer libro de las Crónicas se refiere con más detalle la organización de la comitiva que acompañará al arca en procesión hasta la ciudad de David. En realidad se trata de un primer intento de organización del culto por parte de David, tema desarrollado más ampliamente en 1 Cr 23-26. Una vez fijadas las funciones de sacerdotes y levitas, ahora se concede especial relieve a los levitas cantores.

En el libro de los Hechos de los apóstoles 1, 12-14 Lucas narra la vida de la comunidad primitiva con la intención de presentar un ideal y un ejemplo para la vida de la Iglesia posterior, sin distinción de tiempo o espacio.

Aparecen los Once como núcleo de esta comunidad, pero Lucas destaca, según su costumbre, la presencia de mujeres en ella, mencionando expresamente a María, la madre de Jesús. Es, pues, una comunidad mixta. Lo cual no era tan obvio en un ambiente judío. Resultaba chocante señalar inmediatamente después de los Once y aun antes de los hermanos de Jesús la realidad de lo femenino en la comunidad cristiana, pues las mujeres no formaban parte de la sinagoga judía. Lucas, sin embargo, aquí y en otros sitios, hace notar esa presencia no sólo porque fuera así, sino para enseñanza de sus lectores.

Evangelio según san Lucas 11, 27-28 Elogio de María. Escena muy similar a Lc 8,19-21. Los dos textos expresan cuál es la verdadera grandeza ante los ojos de Dios. Las palabras de esta mujer anónima parecen implicar que la relación física con su hijo haría de María una mujer feliz. Sin embargo, las palabras de Jesús afirman que los verdaderamente dichosos son aquellos que perseveran en la escucha y en la práctica de la palabra. Y aunque puede parecer que Jesús elude el elogio espontáneo de su madre, indirectamente lo acepta, pero lo pone en su auténtico lugar. María, en efecto, encarna bien esta definición del creyente, pues ella fue la primera en acoger la palabra de Dios y hacerla vida (Lc 1,39; 1,45; 2,19.51).

 ACTUALIZAMOS

Meditamos y oramos con María.

María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.

(Papa Francisco)

LECTIO DIVINA – CICLO C – TIEMPO ORDINARIO DOMINGO XXVIII

Lectura del segundo libro de los Reyes 5, 14-17

En aquellos días, el sirio Naamán bajó y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra de Eliseo, el hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio de su lepra.

Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando:

«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo».

Pero Eliseo respondió:

«Vive el Señor ante quien sirvo, que no he de aceptar nada».

Y le insistió en que aceptase, pero él rehusó.

Naamán dijo entonces:

Que al menos le den a tu siervo tierra del país, la carga de un par de mulos, porque tu servidor no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que al Señor».

Salmo 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4

R./ El Señor revela a las naciones su salvación.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R./

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R./

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R./

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 8-13

Querido hermano:

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David, según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.

Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús.

Es palabra digna de crédito:

Pues si morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará.

Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».

Al verlos, les dijo:

«Id a presentaros a los sacerdotes».

Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.

Este era un samaritano.

Jesús, tomó la palabra y dijo:

«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».

Y le dijo:

«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

COMENTARIO

La fe en el poder de la Palabra de Dios se plantea como tema de fondo en las lecturas de este domingo. Tanto el pasaje del segundo libro de los Reyes como el del Evangelio proponen la confianza en la Palabra como actitud que conduce a la curación de la lepra y a una fe agradecida que alaba al Señor. El autor de la segunda carta a Timoteo habla de las cadenas que padece por el anuncio de un Evangelio que nadie puede encadenar.

COMPRENDER EL TEXTO

Auméntanos la fe”, pedíamos con los discípulos el domingo pasado: danos una fe auténtica, sin fisuras. Hoy el evangelio nos invita a identificarnos con un modelo de fe que ve a Dios en la misericordia de su Hijo, que agradece la compasión que Jesús tiene con quien le suplica y que salva a quien compromete su vida entera en el seguimiento.

Con el pasaje que hemos leído, que solo se encuentra en el evangelio de Lucas, comienza la tercera etapa del camino de Jesús hacia Jerusalén. Tras los dos versículos iniciales, en los que se presentan el lugar y los personajes que intervienen, el relato propone dos escenas sucesivas: la petición y curación de los diez leprosos (vv. 13-14) y la gratitud y salvación del samaritano (vv 15-19).

La lepra, que ya ha aparecido en el evangelio de Lucas en la curación de un enfermo (Lc 5,12-14) y en las palabras de Jesús a los discípulos del Bautista (Lc 7,22), comportaba una doble desgracia para quien la sufría: la enfermedad física, por una parte, y la marginación social y religiosa, por otra. Y aunque las normas del judaísmo contemplan el reingreso a la vida comunitaria tras la curación (Lv 13-14), para la mentalidad de la época ésta era tan improbable como la resurrección de un muerto. Desde esa situación desesperada, los diez leprosos del relato suplican a gritos a Jesús, llamándole “Maestro”.

Es un título que en el evangelio aparece sólo en boca de los discípulos; de esta forma, Lucas está sugiriendo la fe de aquellos diez hombres. Los leprosos claman piedad, piden la actuación misericordiosa de Jesús. Y el Maestro actúa enviándolos a presentarse a los sacerdotes, quienes tenían que confirmar la desaparición de la lepra y realizar el ritual de purificación (Lv 14,1-9). Pero la curación esperada no se realiza en ese instante, sino mientras iban de camino. La orden que han recibido supone una prueba para su fe en la Palabra de Jesús: se ponen en marcha no tras haber comprobado su curación, sino confiando en el poder de la palabra que han escuchado. Y el milagro se realiza cuando están cumpliendo el mandando de Jesús. La fe es el ámbito que hace posible la curación.

La segunda escena (vv 15-19) relata un nuevo encuentro: uno de los curados, en lugar de continuar su camino hasta los sacerdotes, decide regresar donde Jesús. El texto dice que uno de los diez hombres vio que estaba curado. Sin duda, todos se dieron cuenta de la desaparición de la lepra, pero sólo uno “vio”. La percepción de lo que Jesús ha hecho en su vida es el punto de partida de su regreso y de su alabanza a Dios. Es la misma actitud que nos cuenta Lucas en relación con los pastores que tras ver al niño “se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho” (Lc 2,20). Tras comprender lo que ha ocurrido en su vida, de la boca de ese hombre brota la alabanza a Dios y la gratitud hacia Jesús. Y ese agradecimiento no se expresa sólo en palabras: el postrarse rostro en tierra manifiesta sometimiento y entrega; es el origen de una nueva relación con Jesús.

Además, aquel hombre no era judío, sino samaritano; por tanto, doblemente marginado por su raza y su enfermedad. El nuevo tiempo que se inicia en el evangelio de Lucas con la venida de Jesús abre la salvación a todos, pero responden preferentemente los pequeños, los pobres, los enfermos y los marginados. El relato termina con unas palabras del Maestro a aquel hombre.

La escena continúa con tres preguntas retóricas de Jesús, que ponen de relieve la actitud del samaritano, y con unas palabras de envío: lo que dice Jesús no constituye una despedida, sino una invitación al seguimiento (se pueden ver casos similares en Lc 7,50-8,3 y Lc 18,42-43). Y, sobre todo, esas palabras manifiestan lo especial de la fe del samaritano: mientras que la incompleta fe en un milagro había puesto a los diez leprosos en el camino de la curación, la fe del samaritano, que ve y que agradece, abre su vida a la salvación integral.

ACTUALIZAMOS

Muchos seguían a Jesús admirados por sus palabras y los prodigios que realizaba; algunos, como esos diez leprosos, esperaban un milagro para rehacer sus vidas; sólo unos pocos, como el samaritano, reconocen en Jesús la misericordia de Dios y, desde una fe agradecida, inician una relación nueva con el Maestro en el camino de la salvación. Revisemos nuestro seguimiento de Jesús a la luz de su Palabra.

  1. “Se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias”:

¿Cómo está presente la gratitud en nuestra oración?

¿Vivimos, como el samaritano, nuestra relación con Jesús desde la obediencia y el agradecimiento?

  1. El pasaje del evangelio subraya la actitud de agradecimiento en el samaritano:

¿Somos personas agradecidas o pensamos más bien que nos lo deben todo?

  1. “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. La dolorosa situación del samaritano se ha convertido en invitación al seguimiento y en salvación:

¿Cuál es el mensaje de esperanza que encontramos en el evangelio de hoy?

LECTIO DIVINA – CICLO C – TIEMPO ORDINARIO DOMINGO XXVII

Lectura de la profecía de Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4

¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me oigas, te gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves?

¿Por qué me haces ver crímenes y contemplar opresiones?

¿Por qué pones ante mí destrucción y violencia, y surgen disputas y se alzan contiendas?

Me respondió el Señor:

Escribe la visión y grábala en tablillas, que se lea de corrido; pues la visión tiene un plazo, pero llegará a su término sin defraudar.

Si se atrasa, espera en ella, pues llegará y no tardará.

Mira, el altanero no triunfará; pero el justo por su fe vivirá.

Salmo 94, 1-2. 6-7c. 7d-9

R./Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón».

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R./

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R./

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R./

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 6-8. 13-14

Querido hermano:

Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza.

Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.

Ten por modelo las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.

Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 17, 5-10

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor:

«Auméntanos la fe».

El Señor dijo:

«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:

“Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.

¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”?

¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?

¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:

“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

COMENTARIO

La fe en Dios puede servirnos como hilo conductor al leer los textos de este domingo. En Habacuc se habla de ella como fidelidad que da vida y que ayuda a comprender la misión del profeta. En 2ª Timoteo, la fe es, junto con el amor, la fuerza que hace posible el anuncio de la Buena Noticia. Y en el Evangelio, Jesús, tras animar a los discípulos a alcanzar una fe verdadera, la propone como fundamento del servicio cristiano. Que la lectura de la Palabra nos estimule a crecer hacia una vida de fe cada día más auténtica.

Lucas plantea las relaciones en el seno de las primeras comunidades como expresión de otra relación: la del creyente con Dios. Así presenta la fe en Dios y el servicio a los hermanos como las dos caras del discipulado. El amor y la atención generosa a los demás son posibles desde una fe profunda en el Dios que es amor.

COMPRENDER EL TEXTO

En los primeros versículos del capítulo 17, Lucas recoge cuatro enseñanzas de Jesús a sus discípulos. Las dos primeras se fijan en las relaciones entre los discípulos (escándalo y perdón, vv. 1-4) y las dos siguientes en la relación con Dios (fe y cumplimiento del servicio encomendado, vv. 5-10). Aunque aparentemente no tienen relación entre sí, las cuatro instrucciones tratan sobre la vida comunitaria, en concreto, sobre la responsabilidad que conlleva y la forma de ejercer los diversos servicios. Hoy leemos las dos últimas.

Los vv. 5 y 6 contienen una breve enseñanza sobre el poder de la fe que toma como punto de partida una petición de los apóstoles. En su instrucción Jesús no responde directamente a dicha petición y, además, los enfrenta a una situación incómoda. La fe de los discípulos puede ser insignificante, incluso más pequeña que un grano de mostaza. Pero lo que importa -dice Jesús- no es la cantidad, sino la calidad de la fe. Una fe auténtica es capaz de obrar milagros. Aquí entra en juego la segunda de las imágenes: una morera arrancada de la tierra y trasplantada en el mar. Arrancar una morera requiere mucho esfuerzo, pero que eche raíces en el mar es realmente un milagro. Con esta exageración se expresa de una forma plástica la fuerza de la confianza plena en Dios. Mediante esta enseñanza, Jesús quiere que los discípulos se comprometan con un cambio radical en sus vidas hacia una fe auténtica, con una acogida sin fisuras de la predicación del Señor, del proyecto del Padre.

A partir del versículo 7 Jesús habla del servicio cristiano mediante una breve parábola (vv. 7-9) y su aplicación a la vida de los discípulos (v. 10). En la parábola se suceden 3 preguntas de Jesús cuyas respuestas son evidentes para quienes le escuchan, porque responden a la concepción social de aquella época, la función de un criado en ese tiempo era clara: servir a su señor siempre y en todo (no como hoy: horario, derechos…) Y eso, sin esperar el agradecimiento del amo por haber trabajado bien, porque lo que hace no es sino cumplir con su obligación, no debiéndose considerar más que un mero criado. El servicio que realiza responde a su condición de discípulo y vanagloriarse por ello está fuera de lugar. También es una llamada de atención con respecto a la recompensa: la salvación es un don gratuito de Dios, no el pago por los méritos acumulados. Esto formaba parte de la mentalidad de los fariseos, que entendían que con el cumplimiento de la ley obligaban a Dios a premiarles por su comportamiento.

Para los cristianos a los que Lucas se dirige, hay una doble llamada: la necesidad de revitalizar la propia fe para hacerla cada día más auténtica y la importancia de entregarse por entero al servicio encomendado. Ambas enseñanzas se refieren a toda la comunidad, pero la 2ª resonaría de forma especial en los oídos de los que se les había encomendado algún ministerio en la Iglesia: estos se reconocerían en las imágenes del pastoreo o del servicio (diaconía) que aparecen en el texto. El evangelista confía en que los responsables de la comunidad desempeñen su tarea con una entrega total, sin esperar honor, felicitación o privilegio por ello.

ACTUALIZAMOS

El evangelio nos invita a comprender la conversión en clave de calidad, no de cantidad: es una fe auténtica, una confianza absoluta en Dios, la que nos mueve a realizar obras grandes y llena de sentido nuestra misión como discípulos de Cristo.

  1. Si tuvierais fe”:

¿Cómo podríamos definir nuestra fe? ¿auténtica, vacilante, débil…?

  1. Auméntanos la fe”:

¿Cómo ayudarnos unos a otros a que nuestra fe sea cada día más auténtica?

  1. Somos continuadores de la misión de Cristo:

¿Qué nos mueve en nuestro compromiso, ser discípulos de Jesús o el reconocimiento de Dios y de aquellos a quienes ayudamos?

¿Qué cambios se podrían producir en la Iglesia y en la sociedad si los cristianos viviéramos con más intensidad nuestra fe y el servicio a los demás?

Conscientes de que la fe es don de Dios, le pedimos que nos ayude a crecer hacia una fe verdadera que nos lleve a servir desinteresadamente a los hermanos.

Carta Pastoral al inicio del curso 2025-2026, del Cardenal José Cobo Cano

«Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan»
(Is 40,31)

Nunca olvidemos que todo lo que preparamos y hacemos tiene a Cristo como fuente y meta. El encuentro personal con Él, la renovación interior y la perseverancia en la fe son siempre la síntesis de nuestros esfuerzos.

Al iniciar cada curso surgen proyectos, tareas y sueños. Pero todos han de tener un centro claro: el encuentro personal con Jesucristo. De ese encuentro nace la transformación de la realidad que tenemos entre manos, para que el Reino de Dios siga creciendo también a través de nuestro humilde servicio.

Todo debe orientarse a que cada bautizado descubra su vocación y sea acompañado en el camino de conocer, seguir y amar a Cristo.

Con la alegría de un corazón que se sabe peregrino os invito a afrontar con ánimo renovado este último tramo del Jubileo de la esperanza que no defrauda. Solo Cristo nos pone en pie a pesar de nuestras flaquezas, pecados y cansancios; solo Él nos hace soñar un mundo nuevo, un mundo más justo y más humano. Él, y no nuestro voluntarismo, es el motor que nos impulsa a salir al encuentro de los demás. Su amor, y no la simple filantropía, es el que nos impulsa a acompañar a los heridos, a consolar a los que sufren, a curar las heridas de la soledad y del abandono, a practicar la hospitalidad y a seguir anhelando la paz en tantos lugares del mundo en los que tristemente es machacada sin piedad.

Nuestra Iglesia de Madrid está llamada a ser un oasis de esperanza en el corazón de nuestras ciudades y pueblos. No nos encerremos en nuestras parroquias o en nuestras pequeñas seguridades comunitarias. Salgamos juntos a la calle, a los barrios, a los lugares donde la vida duele, donde la esperanza se ha perdido. Salgamos para ser testigos de la alegría del Evangelio. Seamos una Iglesia con los brazos abiertos. Abramos nuestras puertas a los demás, sin juicios ni prejuicios. 

HORARIOS DE INVIERNO 2025-2026

A partir del 8 de septiembre:
EUCARISTÍAS:
De LUNES a SÁBADO: 9:30 h. y 19:30 h.
DOMINGOS Y FESTIVOS: 11 h, 12:30 h. y 19:30 h.
* Confesiones: media hora antes de la misa o cuando se solicite.
DESPACHO PARROQUIAL:
MIÉRCOLES de 18 h. a 19:30 h.
DESPACHO ACOGIDA DE CÁRITAS:
MIÉRCOLES de 18h a 20h solicitando cita previa en el siguiente correo: caritasnatividad@gmail.com
Si no dispone de correo electrónico, tramitaremos la cita previa en el siguiente teléfono: 91.439.02.15 atendiendo sólo los miércoles de 18h. a 20h.
* Importante: para solicitar cualquier tipo de ayuda se deben dirigir a su parroquia más cercana según la dirección del empadronamiento.
BAUTIZOS:
ACOGIDA: PRIMEROS DOMINGOS DE MES a las 12 h.
APERTURA DE LA CAPILLA:
LUNES A VIERNES (excepto festivos) de 9h a 13h y de 17h a 20h.
SÁBADOS de 9h a 13h.
ADORACIÓN EUCARÍSTICA – EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO:
Todos los JUEVES a las 18:30 h.
ADORACIÓN preparada por JÓVENES:
LUNES a las 20:30h.
GRUPO LECTIO DIVINA:
PRIMER Y TERCER VIERNES DE MES a las 19h.
CURSO DE BIBLIA, Libro del Apocalipsis:
PRIMER Y TERCER MARTES DE MES de 18h a 19h.