CICLO A
El evangelio según san Mateo fue el más citado y comentado en los primeros siglos de la Iglesia. […] Es, pues, un evangelio profundamente enraizado en la vida de la Iglesia, y por esta razón ocupa, desde muy antiguo, el primer lugar entre los libros del Nuevo Testamento.
Los motivos de esta amplia difusión son variados. Por un lado la claridad y el orden, que hacen de este evangelio un excelente instrumento catequético. Por otro, su postura conciliadora, que trataba de buscar un punto de encuentro entre diversas formas de interpretar y vivir la fe en Jesús. Finalmente, su vinculación a la tradición de Pedro, que fue la más extendida en el cristianismo naciente, hizo que fuera el evangelio más leído en muchas comunidades.
Su mensaje sigue siendo válido para los cristianos de todos los tiempos, porque a través de él encontramos a Jesús y su buena noticia. Por eso merece la pena volver a leer despacio sus relatos, parábolas y enseñanzas.
(Comentario al Nuevo Testamento, La Casa de la Biblia)
CICLO B
Evangelio según san Marcos.
Con un vocabulario pobre y un estilo sencillo, lleno de repeticiones y esquematismos, el autor manifiesta paradójicamente unas dotes extraordinarias de narrador y compositor. Todas sus páginas respiran viveza y realismo, y la sucesión de cada relato responde a un plan bien preciso, sabiamente concebido y perfectamente logrado. Es un autor que, si escribe mal, sabe componer bien.
El principio fundamental que unifica y organiza toda la obra es un principio de carácter teológico: la revelación de la identidad de Jesús. Tal como queda insinuado en su primera frase, el evangelista se propone mostrar, de una manera progresiva, que Jesús es realmente el Mesías esperado, pero que su mesianismo, en contra de las esperanzas del momento, es el mesianismo sufriente del Hijo de Dios.
(Comentario al Nuevo Testamento, La Casa de la Biblia)
CICLO C
Evangelio según San Lucas.
Lucas es el único de los cuatro evangelios que inicia su obra con un prólogo (Lc 1,1-4). En ese texto nos revela algo de lo que ha sido su método de trabajo. En el origen de todo evangelio están los “acontecimientos” de Jesús (Lc 1,1), lo sucedido desde el principio (Lc 1,3). Todos estos hechos fueron vividos por los testigos oculares (Lc 1,2), que después de la resurrección de Jesús y el envío del Espíritu se transformaron en ministros de la palabra (Lc 1,2). […]
Nos encontramos en él con el evangelio de la infancia (que es prácticamente independiente del de Mateo), algunos milagros (la resurrección del hijo de la viuda de Naín, la curación de diez leprosos, etc.), muchas parábolas (el buen samaritano, el hijo pródigo, el rico y Lázaro, el fariseo y el publicano, etc.) y dos narraciones importantes (Zaqueo y los discípulos de Emaús). En estas tradiciones propias destacan temas muy cercanos a la teología lucana (misericordia, pobreza y riqueza, oración y universalismo), y éste debe haber sido el motivo por el que Lucas las ha tomado de la tradición oral y las ha incorporado a su evangelio.
Lucas ha reunido todas estas tradiciones, como él dice en el prólogo, siguiendo una exposición ordenada (Lc 1,3). Es decir, su evangelio no es una simple acumulación de dichos y hechos de Jesús, sino que, mediante una estructura sabiamente calculada, busca presentar la predicación eclesial sobre Jesús de la manera mas convincente para llegar a “comprender la autenticidad de la enseñanza” (Lc 1,4) que recibieron los creyentes de su comunidad.
(Comentario al Nuevo Testamento, La Casa de la Biblia)