Si, si…en el campamento hoy celebramos que Dios ha nacido. En este caminar con María hoy hemos revivido el comienzo de toda nuestra historia de salvación, el nacimiento de Jesús. Los catequistas hemos comenzado la mañana en oración, leyendo Lc 2, 1-20, haciéndonos conscientes de lo que ocurrió aquel día, tal y como fue, no tal y cómo lo celebramos nosotros ahora cuando llega el tiempo de Navidad.
Sorprende estar en verano, en el mes de julio escuchando “Noche de paz”, en medio de esta naturaleza y este silencio al comenzar el día.
El desayuno ha tenido hoy a dos grandes protagonistas Lili y Alex porque hoy es su cumpleaños y no podíamos dejar de celebrarlo con toda la alegría.
Limpias las mesas, ordenadas las tiendas y con los dientes bien lavados, nos hemos ido al buenos días y, ahí, sí que ha sido verdad que era Navidad.
Con María y José hemos caminado buscando posada, sin encontrar nada…y en un portal ha tenido que nacer Jesús.
Por allí había unos pastores que se acercaron.
Incluso unos magos que, iluminados por una estrella, allí fueron y se postraron.
María, su madre, con una dulce nana lo ha mecido y todos, todos, todos en ese balanceo con un enorme silencio, hemos acogido a ese niño.
“¡Qué manera tan extraña de mostrarse! ¿Nacer entre suciedad, paja maloliente, charcos, estiércol, frío…? “
Por grupos nos hemos ido a mirar nuestra Navidad, la de las luces, los regalos, las comidas, las risas, la familia, los villancicos…
… y le hemos quitado todo lo prescindible.
Y la diferencia era enorme, ¿la veis? Esa es LA NAVIDAD
Con nuestros catequistas nos hemos ido a construir nuestro Belén, con nuestras manos y nuestro barro, sin lujos, frágil, sencillo.
La tarde la hemos dedicado a celebrar a lo grande en la piscina la fiesta de la Navidad con juegos de agua y un buen rato de baño.
A la celebración de la tarde hemos llevado todo lo vivido, dejando hueco, como hizo María a un Dios que nos habla, a dejar el ruido, a adorar a Dios igual que lo hizo María, participando de la eucaristía, a ser humildes y a estar dispuestos.
Hoy nos hemos ido de marcha, ha sido un día para descubrir la alegría de hacer camino acompañado, como José lo hizo con María. Dos peregrinos que se hacen buena compañía, confiando el uno en el otro, y con Dios en su equipo.
Y así lo hemos hecho nosotros en la celebración de la mañana:
Los monitores y servidores hemos empezado el día con la Eucaristía y poniéndonos en marcha con la siguiente oración:
Después del Buenos Días, nos hemos puesto en camino desde Boñar a Montuerto, unos 10 kilómetros, que es algo menos de lo que hay de Nazaret a Belén.
Por el camino hemos ido conociendo a José, un desconocido para muchos, pero más parecido a nosotros de lo que creíamos.
Con un camino lleno de obstáculos (las piedras, el sol), con muchas cosas que afectan (el polvo que levantamos al caminar, la sonrisa de una amiga, la canción), con un terreno que a ratos se complica (cuestas y cansancio), pero todo el tiempo ACOMPAÑADOS.
Y al final, la llegada a Montuerto… (la llegada a Belén)
¡Una alegría el llegar!
y bañarnos y comer y jugar y reír y camino hecho hablando, compartiendo juntos, yendo al mismo lugar.
La vuelta ha sido en tren hasta Boñar y sólo nos ha quedado hablar de la experiencia de ser peregrino, de caminar juntos, en compañía y en sintonía.
¡Qué fácil todo así!
Una buena ducha nos ha hecho recuperarnos del cansancio y terminar el día con la recogida del día en el Buenas Tardes.
Allí hemos dejado las huellas de nuestros grupos, del camino que hemos recorrido juntos y, como no podía ser de otra manera…Dios nos ha devuelto la suya en un papel pequeño:
“Obra como si todo dependiera de ti, sabiendo que todo depende de Dios”
Aquí os dejamos la letra de la canción con la que hemos terminado nuestra celebración, un final perfecto para un día perfecto:
No perdáis la oportunidad de ir acompañados en vuestro caminar, es un regalo ser COMUNIDAD, comunidad de dos, de más o de campamento.
Hoy nuestro día ha estado marcado por tres momentos importantes:
SALIR
¡Qué bien estamos aquí! Hemos dormido fresquitos y nos hemos levantado muy pronto algunos y, a otros, se nos ha pegado el saco.
Después de saludar a Dios, nos hemos ido a desayunar, recoger nuestras tiendas y directos… al Buenos Días.
Hoy ha sido día de encuentros, María ha ido a ver a su prima Isabel, ha salido de su casa y se ha puesto en camino para encontrarse con ella. Isabel se ha quedado embarazada cuando ya no esperaba que sucediera, y María, que va a ser madre de Jesús, viene a visitarla, haciendo posible un encuentro profundo y sincero entre ellas.
María está feliz “proclamando la grandeza de Dios”.
ENCONTRARNOS
Nosotros también nos hemos ido encontrando.
La mañana ha pasado haciendo juegos en los que intentábamos conocer más y mejor a los demás, contar cosas nuestras que los demás no saben, hablarles de nuestros gustos, de nuestras comidas y canciones favoritas…
… para irnos luego a encontrar con Dios, en el silencio del oratorio, y poder descubrir lo que nos acerca a Él, los “gustos” que tenemos en común, UN ENCUENTRO DE AMIGOS.
ALABAR
Hemos terminado el día con la celebración de la Eucaristía, llevando cada grupo la acción de gracias vivida en este día de salir de nosotros y encontrarnos. Teníamos mucho por lo que dar gracias: por vosotros, por la comunidad, por tener familia, ,
por tener comida, por el campamento, por los catequistas, por el grupo de apoyo
por los amigos, por los que no han venido, por la oportunidad de estar juntos, por la naturaleza que nos rodea, por todo eso…
“Proclama nuestra alma la grandeza de Dios, nuestro espíritu se alegra en Dios nuestro salvador. “
Con toda la alegría contagiosa, nos hemos ido a cenar, para luego tener…
una velada que promete seguir con aventuras.
Y vosotros, ¿os animáis a salir, encontraros y alabar?
¿Recordáis?… hace nada estábamos aquí despidiéndonos de un campamento que se terminaba, dando gracias a Dios por todo lo que el espíritu había hecho con nosotros y hoy, volvemos a estar aquí, empezando de nuevo; otra aventura de Dios, de la mano de María.
Ahí estábamos todos juntos esta mañana con miradas inquietas y atentas, sonrientes y nerviosos, diciendo sí a la propuesta de vivir juntos nueve días para compartir, jugar, orar, merendar, comer, celebrar, divertirnos en las olimpiadas, hacer talleres y marchas, juegos en la piscina, tener encuentros, hacer silencio y ponernos a la escucha
Este año todo se hace nuevo, nos vamos con María, queremos conocerla de cerca, hacer su camino, saber de su compromiso, su sencillez, entender sus renuncias, aprender de su fidelidad y de su entrega sin tapujos, con entrega confiada en un Dios que nunca falla.
Y así hemos llegado y todo ha sido disfrutar:
el encuentro de la comida,
las tiendas,
las risas del grupo de olimpiadas con el lío de los personajes de los cuentos
y así hasta el buenos días.
Hemos llegado casi al final de la tarde con el buenos días, con el que iremos haciendo el camino de María. Hoy el ángel la saludaba y ella le parecía normal que un ángel le hablara “cosas de Dios”, decía. María nos ha invitado a pensar en el sí que hemos dado para venir al campamento, en si ha sido sincero u obligado o desganado.
Ella nos lo contaba (cantaba) así:
Yo lo dejo todo y me pongo en camino contigo
Y puedo hasta gritarlo
Y no, no necesito certezas
Si un mundo nuevo es posible yo pongo
mis manos abiertas, estoy dispuesta.
Y hoy siento que está pasando
si quieres contar conmigo.
A la celebración de la tarde hemos llevado todas nuestras respuestas; nos hemos lanzado a la aventura y hemos dicho SI
Hágase en los catequistas jóvenes que se estrenan, hágase en el grupo de apoyo, hágase en Javi pastor de este campamento, hágase en ese grupo de jóvenes, hágase en todos los chicos y chicas que se nos confían, hágase en los juegos, marchas y aventuras, hágase en la vida de oración y en las celebraciones, hágase en la coordinación querida, hágase en la comunidad que ora y que nos acompaña.
Ahí os queda la invitación también a vosotros porque, tal vez, lo habéis olvidado pero este campamento lo hacemos juntos. Estáis invitados a vivir y a compartir.
El 8 de mayo de 2025 el Cónclave ha elegido al 267º Obispo de Roma, el Cardenal Robert Francis Prevost, religioso agustino, que ha tomado el nombre de León XIV.
Os ofrecemos su saludo desde el balcón central de la Basílica de San Pedro y sus primeras palabras y bendición «Urbi et Orbi»
Aquí os dejamos la traducción de sus palabras al español.
El lunes 21 de abril VATICAN NEWS comunicó que el Cardenal Kevin Joseph Farrell, Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, anunció con tristeza el fallecimiento del Papa Francisco.
VATICAN NEWS ha elaborado un documental sobre El pontificado del Papa Francisco: Doce años de procesos y puertas abiertas, así nos lo ofrece: «Recorramos el pontificado de Jorge Mario Bergoglio con las imágenes más significativas de sus viajes, celebraciones, encuentros, gestos, signos de un magisterio de anuncio del amor de Cristo a todos los hombres y de su incesante compromiso por la paz, los pobres y los migrantes, en el horizonte de la innovación y de la fraternidad.»
Durante los últimos días hemos recorrido el camino del misterio pascual, desde la cena de la entrega sin límites hasta el asombro ante el sepulcro vacío. En esta Pascua se nos invita a buscar los bienes de lo alto, no en abstracciones, sino desde los sepulcros concretos de la vida. Tenemos que confiar en el testimonio de quienes han visto y creído, y ser nosotros mismos testigos creíbles y portadores de esa buena noticia.
A menudo me pregunto por qué no vivimos más alegres. La alegría pascual no es un entusiasmo superficial, sino un gozo profundo, nacido de la certeza de que, pese a las dificultades, la victoria final pertenece a Dios. Hemos sido “Bautizados para ser peregrinos de Esperanza” y estamos llamados a vivir desde ella.
Una llamada va a estar muy presente a lo largo de las próximas semanas. Es la invitación del Señor resucitado, que saldrá una y otra vez al encuentro de quienes han perdido la esperanza. El saludo del Resucitado quiere ser al mismo tiempo don y tarea: “La paz a vosotros” -dirá-. Paz. Esa es la palabra con que el Resucitado evoca la calma, el sosiego y esta especial alegría, en esta nueva primavera del alma humana, que es la resurrección. Es también la Buena Noticia que invitará a compartir a sus testigos allá donde vayan, en todas las épocas y hasta los confines del mundo (cf. Mc 16, 15).
La liturgia del Domingo de Ramos fue el pórtico de la Semana Santa. Desde la aclamación del Señor en su entrada a Jerusalén pasamos a recorrer su pasión, narrada por el evangelista Lucas, que supo ver en medio del dolor la misericordia de Jesús –“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, “hoy estarás conmigo en el paraíso”– y su abandono confiado en Dios –“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”–.
Los días siguientes nos fuimos disponiendo con una pregunta: “Señor, ¿dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”, ¿dónde y cómo quieres que te prepare la Pascua, Señor, en mi vida? Y también, el miércoles, la preparación física del lugar: el cuidado en los detalles, los manteles, las flores, las velas, los asientos…
JUEVES SANTO
La preparación del Jueves Santo estuvo marcada por el compartir en comunidad. En una sala, ambientada con los signos de ese día, nos situamos para lo que íbamos a vivir: la Eucaristía, el lavatorio de los pies, la institución del sacerdocio. Todo unificado en el amor de Jesús: “su amor nos sirve”. Recuperamos en nuestro corazón momentos o experiencias en los que el servicio ha marcado o marca nuestra vida, con hondura, en la cotidianidad, en ámbitos diferentes.
La celebración de la Cena del Señor: inseparables la Eucaristía y el lavatorio de los pies. Admirable y sorprendente un Señor que nos lava los pies, ante el que reaccionamos muchas veces como Pedro: “¿lavarme los pies tú a mí?”. En el signo del lavatorio, todos lo recibimos a través de los doce que fueron lavados; los sacerdotes lavaron los pies primero; luego, aquellos que habían sido lavados lo hicieron con los demás. Es el aprendizaje del amor de Jesús, de su lógica: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?… Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. En la comunión nos alcanzó a todos ese amor: el Señor se nos sirvió como alimento.
La Hora Santa nos ayudó a contemplar el amor hasta el extremo de Jesús. En una capilla llena, pero silenciosa y recogida, hubo momento para adorar, para escuchar el mandamiento del amor –“vosotros sois mis amigos… amaos unos a otros”–, para volver a mirar la jofaina y cantar: “Yo quiero ser tu servidor”. Y luego, vino también el tiempo de acompañar a Jesús en Getsemaní, actualizando este acompañamiento en nuestros hermanos que sufren, preguntándonos si estamos dormidos…, como los discípulos aquella noche. Pero también queriendo poner, con Jesús, nuestra vida en manos del Padre e intercediendo por los que están en angustia y necesidad. Al final, todos y cada uno pudimos expresar nuestra pequeña ofrenda sembrando unos granos de trigo en una tierra fecunda.
VIERNES SANTO
En el Vía crucis de la mañana salimos a la calle: alrededor de la iglesia, en medio de nuestro barrio, llevando la cruz de Jesús y otras dos cruces. Mucha participación, silencio, oración. Un Vía crucis con meditaciones del papa Francisco: contemplar, caminar detrás de la cruz, rezar, para aprender “nuestro camino verdadero hacia la Pascua”.
La celebración de la Pasión del Señor, en la tarde, fue de contemplación y silencio. El relato de la Pasión según San Juan puso ante nosotros el misterio de una entrega que nos desborda, una lógica del amor que nos cuesta entender, que solo el amor de Jesús nos puede enseñar. Y fue la invitación a acercarnos al “trono de la gracia” que es la cruz de Jesús, Jesús crucificado, “para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno”. La adoración de la cruz nos permitió también contemplar la hondura y la sencillez del “santo pueblo fiel de Dios” (en expresión del papa Francisco).
La oración ante la cruz en la noche nos reunió de nuevo, esta vez ante una cruz desnuda, iluminada con velas y adornada con ramos de olivos. Los cánticos y los textos nos fueron guiando por una oración de reparación que se fue fijando en las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad, para poder decir: creo, espero y amo, pero ayuda mi falta de fe, de esperanza y de amor. Con María al pie de la cruz, el canto “Noche” nos ayudó a interceder por el mundo, por los hombres y mujeres heridos de mil modos, elevando un Kyrie, eleison por el cual el Señor nos ayuda a abrir el corazón.
DEL SÁBADO SANTO A LA VIGILIA PASCUAL
El Sábado Santo, un día sin eucaristía, nos vincula a la soledad y el silencio tras la muerte de Jesús. De nuevo nos reunimos en la mañana para preparar la Vigilia Pascual. Y comenzamos desde el sentido de este día, con una oración a María, Madre de los Dolores, mujer del sábado. Compartimos el sentido de la espera en los días grises, cuando necesitamos esperar que vendrá la Luz. Las vivencias de estos dos días, Jueves y Viernes, despertaron en nosotros la gratitud por poder compartir la fe en comunidad.
La VIGILIA PASCUAL se inició en la noche, en torno al fuego nuevo del que fue encendido el Cirio Pascual.
Detrás de él, con nuestras pequeñas luces encendidas, entramos en la iglesia, rompiendo sólo con esa Luz la oscuridad de la noche.
Así escuchamos y cantamos el Pregón Pascual:
¡Oh noche maravillosa, tú sola conociste la hora en que Cristo resucitó! ¡Oh noche que destruyes el pecado y lavas todas nuestras culpas! ¡Oh noche realmente gloriosa que reconcilias al hombre con su Dios! Esta es la noche en que Cristo ha vencido la muerte y del infierno retorna victorioso.
La liturgia de la Palabra nos narró la historia de la salvación desde la creación del mundo: una historia de amor y fidelidad de Dios, que responde a nuestra infidelidad con una misericordia infinita y sorprendente, renovando su Alianza: “Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”. Una Alianza que en Jesús se hace nueva y eterna. Contemplar el Viernes Santo nos hace pensar en el fracaso de Jesús: una vida entregada que acaba en una cruz y en un sepulcro. ¿Vale la pena una vida de entrega? Su resurrección nos dice que sí, que Jesús ha convertido ese fracaso en victoria. Ya lo dijo antes: “Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará”. Esta es nuestra esperanza: si él ha vencido, nosotros venceremos con él.
La iglesia se va llenando de luz. Se bendice el agua y renovamos nuestras promesas bautismales:
¿Renunciáis a formar una comunidad triste y abatida?
SÍ, RENUNCIO
¿Renunciáis a los nuevos dioses del consumo, el aparentar o el dinero, que nos alejan del verdadero Dios?
SÍ, RENUNCIO
¿Renunciáis a la violencia, a creernos superiores a los demás, a la marginación y al desprecio de grupos sociales?
SÍ, RENUNCIO
¿Renunciáis a la desesperanza, al desánimo, a la tristeza, pero también a la resignación y a la pasividad ante nuestra realidad?
SÍ, RENUNCIO.
¿Creéis en Dios a quien podemos llamar, confiadamente, Padre?
SÍ, CREO
¿Creéis en Jesús, el “Hijo amado del Padre”, que nos habló palabras de vida, padeció y murió, pero Dios lo resucitó y está ya siempre con nosotros?
SÍ, CREO
¿Creéis en el Espíritu de Amor que procede del Padre y del Hijo, y que conduce a la Iglesia y a todos hasta la verdad plena?
SÍ, CREO
Ya en la comunión y en la bendición final todos los reunidos en torno al Cirio Pascual, al agua del Bautismo y al Altar podemos vivir la alegría de la Pascua.
Al día siguiente, Domingo de Resurrección, se nos recuerda: “Pasó haciendo el bien”. Que también de todos y de cada uno de nosotros se pueda decir esto.
¡Cristo ha resucitado!
Resucitemos con Él.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Gracias a todos los que, con vuestro servicio, habéis hecho posible estas celebraciones. Gracias a todos los que habéis participado en ellas. En cada Pascua, nuestro Señor, que es fiel, nos hace nacer como Comunidad.
En la mañana del sábado 29 de marzo hemos celebrado la II Asamblea parroquial en torno al tema de la sinodalidad. Es fruto de la propuesta planteada en las asambleas de final del curso pasado y comienzo de este para que nuestra Parroquia pueda realizar un proceso en la línea de vivir la sinodalidad a que se nos está llamando en la Iglesia. Una primera Asamblea tuvo lugar en diciembre sobre Sinodalidad y conversión pastoral. La escucha. Se trataba de situarnos en el momento que está viviendo la Iglesia tras el Sínodo de la Sinodalidad y de percibir que en el fundamento de lo que podamos hacer en adelante está la necesidad de saber escuchar.
Esta segunda Asamblea en torno al tema ha contado con la participación de José Manuel Aparicio, Delegado episcopal de Formación y Laicado de la diócesis y profesor de la Universidad Pontificia Comillas, que nos ha hablado sobre El impulso de la sinodalidad para la configuración de nuestras comunidades. Lo ha situado en relación con tres grandes problemas que vivimos en la sociedad y que penetran en la Iglesia: el individualismo, la posverdad y la globalización de la indiferencia. Ha partido del nº 31 del Documento final del Sínodo, donde se dice:
La sinodalidad “indica la específica forma de vivir y obrar (modus vivendi et operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora”.
Nos ha llamado la atención sobre el índice del mismo Documento y la simbología bíblica que utiliza (el mar, la barca, la pesca), para invitarnos a vivir este proceso, que implica la conversión de las relaciones, de los procesos y de los vínculos.
Nos ha ofrecido un cuestionario de Indicadores de sinodalidad, que hemos podido trabajar por grupos y luego compartir todos juntos. Tales indicadores se agrupaban en cuatro apartados: 1) Desde la espiritualidad y la formación, 2) Desde el ejercicio pastoral, 3) Desde la cotidianidad y 4) Desde el diálogo con el mundo.
En la puesta en común han surgido muchas inquietudes e interrogantes, que nos invitan a explorar este camino. Ha sido un momento de toma de conciencia sobre la necesidad de crecer en sinodalidad, de llamada a la sensibilización respecto de la importancia de este proceso y la revisión de prioridades (personales y comunitarias).